Fra Angelico y la visión del Juicio

Fra Angelico, al cual vemos en la imagen anterior supuestamente retratado por Luca Signorelli en el Duomo de Orvieto, es el nombre por el que conocemos a Guido di Pietro o Giovanni da Fiesole, beatificado por San Juan Pablo II en 1982. Era fraile dominico y poseía un talento extraordinario para la pintura, reconocido y admirado ya en vida. Su obra, exquisita y elegante, nos muestra las ansias de adoptar los nuevos parámetros renacentistas, con la mirada vuelta a las formas medievales que acomodaban su obra al entendimiento de la época.

En 1431, nuestro pintor es fraile del convento dominico de Fiesole, donde realiza, por ejemplo, la bellísima Anunciación del Museo Nacional del Prado. Es en ese año, cuando pintará la fascinante obra que nos ocupa: la tabla del Juicio Universal destinada al convento de Santa Maria degli Angeli de la ciudad de Florencia (hoy custodiada en el Museo Nazionale di San Marco de Florencia), destinada a decorar la parte superior de la sillería del coro. La vemos a continuación:

Se trata de una témpera sobre tabla y podemos observar lo interesantísima que es la obra. La visión general nos muestra el Día del Juicio Final. Cristo, enmarcado dentro de una almendra mística compuesta por serafines, se nos presenta imponente mientras dos ángeles tocan solemnemente las trompetas que han despertado a los difuntos. Cristo tiene a su derecha a la Virgen María y a su izquierda a San Juan. Alrededor de la almendra mencionada podemos disfrutar de un grupo exquisito de ángeles que forman las Cortes Celestiales y justo en la parte inferior de ese grupo angélico, vemos un Ángel que sostiene la Cruz.

A continuación de las figuras de María y de San Juan, se nos presentan perfecta y elegantemente sentados diferentes santos. Los observamos atentamente:

María y su equipo de santos
San Juan y los santos acompañantes

El nivel de detalle de los personajes y su singularidad nos evidencia la pericia y saber hacer de Fra Angelico, sin duda. En el bando de María podemos observar, entre otros, a San Pedro con su gran llave, a Moisés o a Santo Domingo, el fundador de los dominicos, mientras que en el lado de Juan distinguimos por ejemplo a San Pablo, al Rey David o a San Francisco de Asís.

Si volvemos a la visión general de la obra, en seguida veremos un elemento que llama poderosamente la atención. En el justo medio, por debajo de la presencia divina que acabamos de comentar, se nos presenta un elemento realizado con perfecta perspectiva:

Son las tumbas abiertas de los difuntos resucitados. Espectacular y sorprendente. El uso de la perspectiva demuestra que el pintor sabe, conoce y aplica las novedades renacentistas. Fra Angelico nos propone esta solución ingeniosa y muy ilustrativa donde evidencia esas tumbas y un sepulcro ya vacíos, con las tapas pétreas esparcidas, porque a ambos lados de esta imagen central observamos como se despliegan paraíso e infierno respectivamente.

Posiblemente, la compleja visión del Juicio a la que nos enfrentamos, estuvo influenciada por las filosofías humanistas e innovadoras que, en esos tiempos, circulaban por Florencia. Fra Angelico se movía por los círculos intelectuales más potentes de la ciudad toscana y seguramente las ideas teológicas de, por ejemplo, Ambrogio Traversari, se reflejan en su obra. Traversari, también conocido como Ambrogio Camaldolense, fue un monje erudito, gran conocedor del griego, diplomático del papado, general de la orden camaldolense y amigo de personalidades tan relevantes como Cosme de Medici. Fue monje en Santa María degli Angeli, por tanto, pudo perfectamente guiar la creación de nuestro Juicio. La disposición de los personajes en toda la obra no es baladí, tiene sus motivos y sus hipótesis. Así mismo, la luz se extiende en la obra por los dominios de la divinidad, mientras que en el terreno infernal, reina la penumbra y la opacidad. Esa luz está asociada a las ideas neoplatónicas que se forjaron en plena época medieval. Seguro que Traversari conocía perfectamente las teorías de Santo Tomás de Aquino sobre la belleza y la luz: la belleza es íntegra, armónica y tiene claridad, es decir, tiene la verdad, siguiendo esos conceptos neoplatónicos de los que hablábamos.

Infierno en absoluta vorágine

La escena infernal que podemos descubrir arriba, describe visualmente el terrorífico momento en que las almas condenadas son empujadas irremediablemente a los eternos suplicios del Averno. La movilidad tortuosa, la sensación de angustia y de pánico son impresionantes. Terribles criaturas maléficas conducen a golpes a todo tipo de personas, de rangos muy diferentes, recordando las premisas de las Danzas de la Muerte medievales, donde no importa lo que se haya sido en vida, la muerte es igual para todos y el castigo divino no distingue ni excluye a nadie que se lo merezca. Hay que fijarse en toda la extraordinaria variedad de movimientos que Fra Angelico nos propone, cada uno diferente y todos interesantes y creativos. Se puede observar además la riqueza de las vestiduras, una verdadera maravilla que nos sitúa perfectamente en la Florencia del momento. Cada matiz de los ropajes es magnífico.

Los condenados entran a trompicones aquí:

Terrorífica visión infernal

Fra Angelico nos propone un paraje infernal aterrador, dividido por suplicios según sea el pecado de los condenados, recordando a Dante en la Divina Comedia. Es la Ley del contrapaso, es decir, el castigo mortifica con lo contrario del pecado cometido o por su analogía: así podemos observar como los condenados por gula, están sentados en una mesa sin poder acceder a ningún manjar, los avariciosos están obligados a engullir oro fundido, los iracundos se autolesionan constantemente Inflingiendose todo tipo de heridas, los herejes se cuecen en los calderos infernales…

Otro cantar les ocupa a los habitantes del Paraíso. Podemos ver como las almas elegidas están anonadadas contemplando la divinidad. Es su privilegio. Observemos la belleza de los rostros, la elegancia de los ropajes y la delicadeza de los dorados en todas sus representaciones:

La visión divina

Los ángeles van llamando y acompañando a los salvados para que puedan entrar en el Paraíso:

Hacia la Gloria eterna

Al fondo a la izquierda aparece radiante la Puerta del Paraíso que emana preciosos rayos dorados atrayendo a las almas beatas. Vemos como los ángeles y los elegidos danzan en círculo pausadamente. Esta imagen nos retrotrae directamente a Platón, el cual, en su República, nos habla del hecho que el alma es inmortal y que los justos danzarán gozosos al son de la música de las esferas celestes. La idea según la cual el movimiento de las esferas celestes produce sonidos armónicos que se relacionan directamente con nuestras almas, ya es planteada por Pitágoras y la adoptará y revisará, entre otros, San Agustín.

La música, la numerología, la matemática… han sido siempre elementos que las pensadoras y pensadores han utilizado para intentar acercarse a su concepto de Dios. Fra Angelico nos lo plasma con Belleza.